jueves, 30 de agosto de 2012

Situación mexicanos en Canadá

Antes eran aviones que llegaban repletos de mexicanos, y ahora sucede lo mismo, pero en reversa; tan solo en 2011 y lo que va de 2012, tres mil 500 connnacionales han sido removidos del vecino país del norte, según autoridades.





Montreal • El vuelo procedente de la Ciudad de México acababa de aterrizar. Era el verano de 2006 y el agente Normand Lespérance, a cargo del área de migración en el Aeropuerto Internacional Trudeau de Montreal, fue llamado a piso por sus subalternos. Decenas de personas estaban formadas pidiendo refugio, lo cual no era inusual, pero no eran de Asia, África o Haití, lo que sí resultaba extraño. Esta era una sala repleta de mexicanos.
“¡Casi era la mitad del avión! Eran tantos en esos días que en vez de hacer una entrevista de uno en uno, teníamos que buscar la forma de ahorrar tiempo. Yo mejor ponía a 20 mexicanos en filas y a todos les pedía llenar sus formularios de información”, evocó Lespérance, ahora director de la Sección de Deportaciones de la Agencia de Servicios Fronterizos o CBSA, la migra canadiense.
En esos meses y conforme fueron pasando los años, Lespérance y sus compañeros escucharon todo tipo de historias por parte de los mexicanos que llegaban en busca de refugio. Decían huir de la violencia, el secuestro, la inseguridad pública, la pobreza y la discriminación de género y sexualidad, hasta, poco después, el narcotráfico, la delincuencia y su colusión con las fuerzas de seguridad del Estado.
Llegó el momento en el que “la mayoría decía tener temor a ser asesinados o decían estar amenazados por narcos”, señaló el agente migratorio, en la primera entrevista concedida por el gobierno canadiense para un medio mexicano sobre el tema.
Así es como Lespérance recuerda el inicio y, pareciera, el final de la oleada migratoria de mexicanos más grande en la historia de Canadá, una que, de acuerdo con cifras de la Junta de Inmigración y Refugio de ese país entregadas a MILENIO, llevó a más de 30 mil ciudadanos a solicitar refugio en el norte desde 2006 y hasta 2012, algo inédito en la historia de México y quizá sin comparación desde los años de la Revolución Mexicana, cuando miles se asilaron en Estados Unidos.
El punto alto vino en 2009, cuando nuev mil 322 ciudadanos se presentaron a pedir asilo en garitas y aeropuertos canadienses, cinco veces más del total de la siguiente nacionalidad en solicitar asilo, los húngaros, con dos mil 418. En contraparte, el punto bajo de la oleada se dio este 2012. Tras la imposición del visado, solo 133 mexicanos han podido llegar a clamar abrigo.
Todo apunta a que esa oleada está hoy en sus etapas finales. Canadá ha cerrado la puerta y ha enfocado sus esfuerzos en acelerar la deportación de miles de mexicanos, al vencer sus procesos de petición de refugio. Desde 2006, un total de 21 mil 637 han sido expulsados debido a lo que el gobierno canadiense define como violaciones a su sistema migratorio, o solicitudes de refugio falsas.

Lo que pasó antes, aviones repletos de mexicanos, ahora sucede, pero en reversa. “Si se fija en los vuelos a México, casi a diario tenemos deportados”, dice Lespérance. Tan solo en 2011 y lo que va de 2012, tres mil 500 mexicanos han sido removidos del país, un promedio de siete por día. A muchos se les puede ver en los vuelos semanales de Montreal al Distrito Federal (MILENIO 03/14/2012). Para remate, los que pueden hacerlo deben pagar su boleto de regreso: es política canadiense que el deportado cargue con el costo económico de su repatriación.
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El gobierno de Canadá defiende la alta tasa de rechazo hacia mexicanos al argumentar que muchos de esos casos son falsos, peticiones de refugio ficticias construidas por migrantes que buscaban aprovechar el generoso sistema canadiense de asilo, que tiene previsiones como otorgar al solicitante hasta 600 dólares mensuales en tanto se procesa su petición.
Y en efecto, hay historias falsas, como la de Gabriel, un migrante originario de Puebla que llegó a Canadá en 2006. Cuando se le venció la visa de turista, un amigo le aconsejó crear un relato para tramitar el refugio. “Fue entonces cuando inventé que a mi familia y a mí nos perseguían Los Zetas en nuestro rancho”, admitió. “Fue una táctica para conseguir tiempo”.
Hoy, ya con sus papeles en regla, trabaja en la reserva india Kahnawakee, en la elaboración de tabaco.
Pese a relatos como ese, el del refugio no es un panorama en el que puedan definirse absolutos. En Canadá hay quienes advierten que, en medio del endurecimiento migratorio general promovido por el gobierno del premier conservador Stephen Harper, se está enviando de vuelta a México a personas que sí necesitan asilo porque están en verdadero riesgo físico. A algunas incluso se les ha regresado a la muerte.
“Tenemos el caso de una mujer a la que se deportó en 2009 a México después de que se le negó asilo. Apareció muerta, con un disparo en la cabeza. Estaba embarazada y de su bebé no se sabe nada”, dijo Janet Dench, directora ejecutiva del Consejo Canadiense de Refugiados (CCR). “Creemos que hay una generalización injusta hacia los mexicanos y que sus casos no están siendo revisados a suficiencia”.
Su familia, que logró huir de nuevo al norte, vive actualmente en alguna parte de Ontario. Sus identidades han sido cambiadas. “Estoy feliz y triste de estar de vuelta. Triste, porque mi hija tuvo que morir para que Canadá creyera nuestra historia”, dijo Nuemi, la madre de la mujer asesinada, de acuerdo con declaraciones publicadas por el diario The Star de Toronto en 2009.
Pero las estadísticas muestran que, para quienes vienen de México, no es fácil obtener asilo. Todo lo contrario. Si en 2006 28 por ciento de las solicitudes mexicanas tenían éxito, en la actualidad la tasa de aprobación es de 13 por ciento, comparada con 82 por ciento para Corea del Norte, 71 por ciento para Paquistán, 55 por ciento para Nigeria o 44 por ciento para China.
Además, menos refugiados están entrando a Canadá. En 2009, se recibió a 22 mil 184 de todas las nacionalidades. En 2012 a nueve veces menos: dos mil 600.
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La semana pasada, al interior de un edificio cualquiera cerca de la avenida Jean Talon de la ciudad de Montreal, un grupo de jóvenes se citó de manera clandestina. Eran los restos del movimiento Mexicanos Unidos por la Regularización (MUR), un grupo de 200 mexicanos que ya está en los últimos procesos judiciales antes de la expulsión.
La mayoría de sus integrantes tiene entre 20 y 40 años. Semanalmente sostienen reuniones para analizar su situación y trazar una estrategia de respuesta a las deportaciones. Pero éstas han ido haciendo merma: la mitad ya han sido expulsados.
“Para nosotros no existen falsos y verdaderos refugiados”, dijo Óscar Carrillo, uno de los voceros de la agrupación. “La política migratoria de Canadá y los países industrializados es racista y clasista. Racista porque no se aplican los mismos criterios a la gente que emigra de los países industrializados que de los llamados en vías de desarrollo”. Insistió en que es clasista porque se expulsa a los migrantes de bajos recursos, mientras que a quienes tienen dinero, se les permite permanecer en Canadá.
Carrillo es disc jockey y pertenece a una de las primeras camadas de refugiados de la actual ola: llegó en 2000, pero desde entonces mucho ha cambiado. La situación para parte de los mexicanos, admitió, es desesperada. “Los abogados hicieron su agosto con nuestros hermanos. Muchos abogados hicieron un robo descarado abusando de la ignorancia e ingenuidad de las personas”, dijo.
El MUR tiene previstas acciones de protesta contra las deportaciones. Y algunos de sus miembros, de plano, se han declarado en rebeldía y han pasado ya a la vida subterránea, como fugitivos migratorios. No se presentarán a su cita de deportación. Serán la primera generación de indocumentados mexicanos en Canadá.
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Por fuera, la puerta de 1010 de la calle Saint Antoine se ve como la entrada a cualquier otra oficina de gobierno. Pero entre la comunidad migrante, y en especial la que está con un pie en el avión, se ha convertido en un lugar casi mítico por sus propiedades negativas. Muchos de los que entran ahí, ya no vuelven.
El 1010 se ha hecho famoso porque es la última etapa para quienes están a punto de ser deportados. Como en muchas otras cosas, Canadá es muy diferente a Estados Unidos: el gobierno canadiense no suele ir a la caza de una persona con orden de deportación como lo hacen los estadunidenses, sino pide a los migrantes presentarse voluntariamente en ese edificio. Es ahí en donde son entrevistados una última vez.
Si las cosas fallan, si no logra convencer al agente migratorio de que deportarle equivale a ponerle en peligro, se toma el siguiente paso. El migrante, ahora un deportable, es llevado al área de estacionamientos, donde hay camionetas esperando de forma permanente. Después, si hay vuelos disponibles en ese momento, se le conduce al Aeropuerto Trudeau, para ser expulsado.

Lespérance, cuyo apellido, paradójicamente quiere decir “La Esperanza”, trabaja en ese edificio. Admitió que la migra canadiense no tenía la experiencia de los estadunidenses en materia de deportación y que el flujo mexicano les tomó por sorpresa.
Pero eso está siendo solventado. La CBSA ha fortalecido su oficina de investigaciones, en la que hay inspectores dedicados de tiempo completo a buscar a migrantes que se rehúsan a la deportación.
—¿Hay mexicanos fugitivos?
—Sí, claro. Y nosotros hemos mandado avisos de retención a todos los cuerpos de policía de Canadá.
Si llegarán a encontrarlos, por ahora no se sabe.

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